Cuando la ilustración infantil es de calidad, es uno de los medios artísticos más influyentes. Puede transformar historias y persistir en la conciencia colectiva de generaciones. Recordemos las ilustraciones de John Tenniel para Alicia en el país de las maravillas, las de E.H. Shepard para Winnie the Pooh, etc.
Los niños tienen un sentido del humor especial en el que lo absurdo, lo grotesco, la distorsión de caracteres les crea fascinación. Pero también tienen la necesidad subyacente de seguridad que les aporta lo cotidiano. Todo esto se trasluce en sus ilustraciones preferidas.
La ilustración infantil resulta compleja ya que el creativo debe desarrollar trabajos aparentemente simples sin ser simplista. Los artistas, como adultos que son, están integrados en un mundo de mayores que les obliga a hacer un cambio de enfoque para poder llevar a cabo proyectos de pequeños: crean mundos propios, lo que significa poseer una fértil imaginación y una capacidad de observación-percepción exquisita. A la vez, cuentan con una ventaja clave: ellos también fueron niños… lo que conduce a la idea fundamental, dibujar para el niño que fuiste una vez, o también, dibujar las cosas que les gustaría a tus hijos ver.
Los libros infantiles combinan, a menudo, historias y obras de arte creadas por un único ilustrador, quien debe afrontar el reto de estructurar su historia por encima de lo que ocupa la atención del niño.
Junto con periódicos o revistas, los libros están siendo sacudidos por el potencial de los Ipad y otros dispositivos digitales que, lejos de resultar una amenaza, han supuesto un enriquecimiento por la interactividad que supone la publicación digital. Este tipo de proyectos son técnicamente muy exigentes y requiere que los ilustradores trabajen estrechamente con desarrolladores, animadores, programadores, etc. para hacer posible la lectura multimedia que conlleva sonido, animación, escenografía, además de opciones para el lector, sobrepasando el formato tradicional de lectura.