Cuentos infantiles… seguro que cuando eras pequeño/a te contaron el cuento de Los Tres Cerditos, has escuchado el de Caperucita Roja o te has sumergido en la fantasía con Alicia en el país de las Maravillas.
Y es que los cuentos infantiles han formado parte de nuestra infancia ayudando a potenciar nuestra imaginación, transmitiendo valores, o permitiendo a lectores y lectoras el disfrute de personajes e historias trepidantes que los acompañan en numerosas tardes de aventura.
Técnicamente podríamos definir el cuento como una narración, ya sea oral o escrita, en la que intervienen una serie de personajes a lo largo de una trama que tiene un desenlace concreto.
Pero para much@s, abrir un cuento es como abrir un portal a una nueva dimensión, una dimensión donde te asomas para que el relato te acompañe de la mano a través de las diferentes acciones que se suceden.
A finales del siglo XVII la sociedad comienza a tomar conciencia de la importancia de la etapa infantil en los niños. Hay un acercamiento entre padres e hijos y esto conlleva la aparición de las primeras obras. En esta etapa primitiva del cuento infantil el principal mensaje es transmitir cómo comportarse bien, tener buenos modales o avisar de peligros. Es decir, son cuentos con un carácter preventivo e instructivo.
El Lobo esperando a Caperucita Roja, ilustración de una edición holandesa de 1868
En 1697, el escritor francés Charles Perrault recopila en una publicación ocho relatos cortos que, hasta la fecha, se transmitían de manera oral en plazas y diferentes espacios con ánimo de entretener a los presentes. Esta publicación la titula Los Cuentos de mamá Ganso e incluye clásicos como: Caperucita Roja, Cenicienta o La Bella Durmiente. Charles Perrault adaptó los relatos a la actualidad de la época y eliminó los elementos más escabrosos de las versiones orales anteriores como por ejemplo: la situación en la que el Lobo invita a Caperucita a comer carne o beber sangre de su abuela descuartizada, entre otras cosas. Caperucita Roja, en concreto, es de los pocos cuentos en los que no aparecen elementos mágicos o seres fantásticos, de hecho ni siquiera tiene un final feliz. Más bien se trata de una especie de moraleja o enseñanza para que las niñas no confien en desconocidos.
Con el paso del tiempo estos cuentos infantiles se fueron adaptando y evolucionaron tomando cada vez un carácter más amable y cercano hacia los más pequeños. Otros autores relevantes en la recopilación y creación de cuentos fueron: Los Hermanos Grimm, Hans Christian Andersen o Mark Twain.
Con la Revolución Industrial en el siglo XVIII se consigue una mayor y fácil producción de las obras lo que repercute en la difusión y la posibilidad de adquirir los cuentos.
Es en el siglo XIX, con el auge del Romanticismo aparece el género de Fantasía que adquiere un papel muy importante en el entretenimiento y formación del público infantil. La relevancia de imprimir valores o enseñanzas en los niños desde edades tempranas se convierte en una prioridad en la sociedad de la época.
Litografía de Gustave Doré en el cuento «Barba Azul», de Charles Perrault
Es precisamente en esta etapa cuando la Ilustración adquiere una importancia vital dentro de los cuentos, ya que materializa gráficamente escenarios o personajes dándole mayor énfasis o apoyo al texto. Anteriormente las ilustraciones eran escasas o tan solo estaban destinadas a la cubierta.
Actualmente, los cuentos infantiles siguen en constante evolución, como podemos observar cuando vamos a una librería o buceamos por internet. El género ha crecido exponencialmente, los cuentos ya no solo recrean, ahora también ayudan. Se han convertido en una herramienta para dar soporte, instruir y entretener a todo tipo de público, y sus historias nos trasladan por los mapas de la imaginación ayudados de la belleza de sus imprescindibles ilustraciones.
Y ahora, dinos, ¿cuántos cuentos te han contado?
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